VIDA RELIGIOSA EN EL CAMPO CRISTERO
¡Qué cuadros tan conmovedores eran aquéllos! A falta de templo, casa o rancho siquiera, tenían la sombra perfumada de los pinares, en lo alto de las sierras, o los bosques casi vírgenes de las faldas del Volcán, bajo sus laureles y jazmines, o el fondo umbrío de los barrancos: ahí se improvisaba en un momento una pequeña mesa con varas y ramas; tras de ella se colocaba un estandarte de la Reina de México, nuestra querida Madre de Guadalupe; se ponía sobre la mesa una diminuta ara, se extendían los manteles y quedaba así instalado el altar del Sacrificio. Una piedra de la montaña servía de confesonario y luego, de rodillas, los heroicos y nunca bien alabados cristeros, oían la Santa Misa y recibían a su Rey Sacramentado, y con El nueva vida y valor.