Las novias sufrían lo mismo que cualquier mujer, máxime cuando el amor de su vida se encontraba en la guerra:
"Tlálpan, 18 de agosto de 1926:
Inolvidable Manuel: Fue muy grande el gusto que experimenté al leer tu carta... créemelo que no hay cosa que más me haga gozar como el ver que el hombre a quien he dado mi cariño, se entregue de esa manera al buen Dios, sacrificando aún lo más preciado para él. Créeme que lejos de sentir tristeza porque no te veo, me alegro en el alma, pues sé, siento, tengo para mí, que el sacrificio que los dos hacemos sube cual incienso perfumado, cual aroma delicioso hasta el trono del buen Dios, y en cambio de esto tan pequeño que ofrecemos, espero que bajarán un sinnúmero de gracias y bendiciones que harán crecer en tu corazón y en el mío los deseos ardientes de sufrir más, de sacrificarnos más, de luchar más por Él, que con tanto amor dio su vida por nosotros en la Cruz. Si el buen Jesús acepta la ofrenda de tu vida... te seré fiel hasta la muerte... dejando de existir tú, creo que lo que haría sería esconderme en un claustro, donde el ruido del mundo no borrara de mi corazón tu recuerdo y donde me dedicara a pedir por ti. En mis pobres oraciones no te olvido nunca, y pido a Dios y a la Morenita del Tepeyac, que te den sus gracias para que sigas luchando valerosamente como hasta ahora lo has hecho.
Tuya.
Tuya.
María de la Luz".