sábado, 31 de diciembre de 2011

JURAMENTO CRISTERO




Fueron millares de católicos mexicanos los que comprendieron que su deber era empuñar las armas en defensa y por la reimplantación del Reinado Temporal de Cristo en México y en defensa y por la salvación de la Patria, y un buen día se acostaron cristianos y se despertaron “Cristeros”, lanzándose a la Cruzada haciendo éste juramento y rezando ésta oración:

“Yo juro solemnemente por Cristo crucificado, por la Santísima Virgen de Guadalupe, Reina de México, y por la salvación de mi alma, la cual entiendo bien que comprometo si falto mi juramento:


PRIMERO: Guardar el más absoluto secreto sobre todo aquello que pueda comprometer en lo más mínimo la causa que defiendo.


SEGUNDO: Defender con las armas en la mano la completa libertad religiosa en México. Es válido mi juramento hasta que no se consiga enteramente esa misma libertad religiosa que deseamos.


Si cumplo, que Dios me premie, si no cumplo que Dios y mis hermanos me castiguen.


Jesús Misericordioso: Mis pecados son más que las gotas de tu Preciosa Sangre que derramaste por mí. No merezco pertenecer al Ejército que defiende los derechos de tu Iglesia y que lucha por Tí. ¡Quisiera nunca haber pecado para que mi vida fuera un ofrenda agradable a tus ojos! Lávame de mis iniquidades y límpiame de mis pecados. ¡Por tu Santa Cruz, por tu Muerte, por mi Santísima Madre de Guadalupe, perdóname! No he sabido hacer penitencia de mis pecados; por eso quiero recibir la muerte como un castigo merecido de ellos. no quiero pelear ni vivir sino por tu Iglesia y por Tí. 


Madre Santísima de Guadalupe: Acompaña en su agonía a éste pobre pecador. Concédeme  que mi último grito en la tierra y mi primer cántico en el Cielo sea ¡VIVA CRISTO REY!“

sábado, 24 de diciembre de 2011

ANTES... NOCHEBUENA





Nochebuena:

Señor Ricardo León, amador de vuestra tierra y vuestra casa; guardián celoso de la Tradición, que es el alma en los claveteados portalones de las casas viejas y en el hierro herrumbroso de balcones y tizonas; catador insigne de los sanos goces del espíritu en la fuente viva del hogar y la familia: ¡como padecería vuestro corazón si asistierais a esta Nochebuena de mi pueblo!, ¡con que triste ánimo veríais perder en la oscuridad de esta noche inverniza el tiernísimo deleite con que año tras año recordaba el mundo el Nacimiento del Niño Jesús! 

Afuera, los cohetes ponen pinceladas de luz fugitiva sobre el ébano de la noche; las calles están henchidas de gentes que caminan de prisa y alegres, con una alegría que se hace comunicativa en los ojos y los labios sonrientes; de vez en cuando se escucha el grito destempladamente jubiloso de un ebrio, o la música disonante de una orquesta de negros… Pero todo afuera… ¡Músicas, cohetes, alegría y vino, afuera! Las casas está vacías. Esta noche no se encenderán los hogares para que el abuelo, de manos temblorosas y ojillos lacrimosos, relate al amor de su lumbre plácidas historias infantiles. Esta noche las madres no tendrán en torno suyo boquitas pedigüeñas de castañas almibaradas y turrones: la mejor mesa de la casa esperará en vano que la cubran con los manteles almidonados de las fiestas y con las fuentes de los manjares tradicionales. ¡Con qué rudeza me hiere este abandono! ¡Cómo duele a mi alma ver la casa vacía, tristes a los viejos, olvidado el santo fervor con que antaño se acogía esta festividad! No parece sino que mi México, a fuerza de sufrir las desgarraduras de sus luchas interminables y sangrientas, ha dejado morir la nobleza que era su blasón, para dar hondo cauce a los groseros placeres del cuerpo. 
Antes, Nochebuena era una clarinada vibrante en la que había alegres sones de villancicos y dulces armonías de serenata, ronronear de gatos en las faldas de la abuela, campanadas de templos, coloquios de amor de los mozos, preces unciosas de los viejos. ¡Cuantos sueños se hilaban en esta noche y cuantos años vividos se lloraban en ella! Hogaño, Nochebuena es una mascarada febril, un frenesí de deleites innobles en reuniones de casino y de prostíbulo, un ansia incontenida de lujuria y embriaguez. ¿A dónde fueron aquellas poéticas veladas de Navidad, mezcla de piadoso recogimiento y de sano esparcimiento? Las ingenuas pastorelas, la gorda piñata rebosante de fruta y canelones, el blanco nacimiento en cuya construcción se empleaban largas horas de desvelo y alegría; ¿dónde han ido? ¡Quién lo sabe! Pero su lugar no está vacío; ¡hay allí grotescos remedos de fiestas extranjeras! Señor Ricardo León: Los tres Reyes de Oriente que visteis alejarse pobres y desnudos, tristes y cabizbajos, cuando Europa era la hornaza en que llameaban el odio y la codicia, han cumplido su promesa de no volver al mundo: Esta noche, Nochebuena, no ha aparecido en el cielo la estrella que los guiaba camino de Belén, y en su lugar arde la tea sacrílega de los que dan el amor vivo de su hogar, de su familia, a cambio de frivolidad y de pecado.


Armando Téllez Vargas
CRISTERO

domingo, 18 de diciembre de 2011

MENSAJES PARA LOS CRISTEROS


“… enseñar al mundo que el Reinado Temporal de Cristo es pacifica y hay que implantarlo, sostenerlo y defenderlo por medios normalmente pacíficos, porque cuando se hace necesario debe implantarse y sostenerse y defenderse con sangre de mártires y heroísmo de cristeros.”
Así como no basto la palabra sola de Cristo para que su Doctrina arraigara y fue necesario que el redentor muriera en la Cruz, en el mas rotundo de los humanos fracasos, y que cientos de miles de mártires dieran su vida en testimonio de su Fe Cristiana, para que el catolicismo arraigara solidamente en la tierra; del a misma manera, fue preciso que el culto a la potestad real de Jesús, que la necesidad de reimplantar el imperio social, cívico y político del Reinado Temporal de Cristo, fuera predicado por nuestros mártires y nuestros Cristeros, combatiendo estos y muriendo unos y otros al grito de ¡Viva Cristo Rey!, para que aquel culto y esta aclamación se generalizara en todos los pueblos del orbe católico, y para que, mas tarde fructificara espléndidamente su enseñaza y su ejemplo sobre la restauración del Reinado Social, Cívico y político del Rey de Reyes.
Pío XI
El 17 de julio de 1927 dirigió al Diario de El Paso Mons. Alejandro Macchi, Obispo de Andria, Italia, un mensaje en el que decía:
“También desde este lejano rincón de las Puglias, quiero que llegue el mas ferviente y entusiasta saludo del Obispo, del Clero de os Fieles y de todas sus asociaciones, al fuerte y valiente pueblo mexicano, perseguido y bañado con sangre en defensa de su Fe, por la admirable fortaleza con que hace frente y resiste al inicuo tirano. Semejante fortaleza edifca y conmueve al mundo, y no encuentra ejemplo en la historia, sino en los primeros siglos del Cristianismo, cuando la sangre de los mártires era semilla de cristianos” 
El 27 de julio del mismo año, escribía Mons. Nicolás Charikiopulos, Obispo de Chios Grecia:

“El torrente de sangre que se esta derramando con tan grande generosidad por los perseguidos católicos mexicanos por la causa de Cristo, no solo abrirá a sus almas las puertas del Cielo, según la infalible promesa de Nuestro Señor : Beati qui persecutionem patiuntur propter justitiam”, sino que además fecundará la tierra de México, de la que brotaran juntamente con al paz, almas escogidas, dignas del nombre cristiano, soldados valientes de Cristo Nuestro Señor. Sepan los valientes católicos mexicanos, nuestros hermanos en la fe, que su admirable ejemplo ha producido un bien inmenso en el mundo católico. Ellos con su ejemplo han hecho revivir la Fe y han inspirado el mas puro amor, respeto y veneración para nuestra religión católica”
El mismo 27 de julio de 1927, escribía el Obispo de Basilea y Lugano, Suiza:
“Recibimos con sumo interés las noticias de lo que tiene que sufrir por su fe nuestros hermanos mexicanos. Admiramos su heroísmo y el magnifico ejemplo que nos dan de valor y de la fidelidad a la causa de Jesucristo, nos sirve de estimulo y edificación”.
El 25 de agosto del mismo año, transcribía Mons. Pedro Vera y Zuria, Arzobispo de la Puebla de los Ángeles, el siguiente mensaje de Mons. Miguel Akras, Arzobispo Maronita de Alep, Siria:
“La terrible calamidad que se desencadeno sobre la Iglesia en México desde hace mas de un año con el fin de aniquilarla, no podía dejarnos insensibles. Con ansiedad y con esperanza recibíamos las noticias de los sufrimientos heroicos y de las ignominias indecibles que han tenido que padecer numerosos mártires. Las noticias traídas por los periódicos y revistas las anunciábamos al pueblo desde el pulpito. Los fieles las escuchaban con visible emoción, recordando los primeros siglos del cristianismo… El mundo entero mientras, condena y estigmatiza el infame proceder de los actuales gobernantes de México, admira en el Clero y en los católicos de aquella gloriosa Nación el heroísmo inteligente y perseverante con el cual sostienen el rudo combate. Con inquebrantable confianza esperamos que por medio de ellos triunfe Cristo Rey”. 

El 27 de septiembre del mismo año, escribía Mons. Luis Zaffarami, Obispo de Todi, Italia: 
“¡Que ejemplo tan insigne y admirable de unión y disciplina y de fortaleza dan a todos los fieles cristianos los católicos mexicanos!. Lucha ese pueblo por vindicar y conservar la libertad de su Iglesia, para implantar y consolidar el reino propicio de Cristo Rey; por doquiera se ve oprimido de la persecución y de los padecimientos; sujetos al destierro y al martirio, más no vencidos, renuevan ellos ejemplos de los cristianos de la era primitiva y siguen fielmente sus huellas”.
El 5 de marzo de 1928, escribía Mons. Joseph Lo Gonaze, Arzobispo coadjutor de Port au Prince, Haití:
“Con la Iglesia Católica entera, la Iglesia de Haití, sigue con profundo dolor y grande admiración para nuestros hermanos de México, los sombríos acontecimientos que se desarrollan en ese país. Nuestros corazones sangran ante las torturas que un gobierno perseguidor dirige contra los queridos católicos mexicanos; pero nuestra fe se aviva con la actitud maravillosamente valiente de las victimas de Calles”.

Poco antes, el 19 de febrero, se reunió en la ciudad de Budapest, Hungría, el congreso de Protesta Contra las Tiranías del Perseguidor de la Iglesia en México, al que acudieron miles de Católicos, siendo presidido el mitin, por l a eminencia, el Cardenal Justiniano Seredi, Arzobispo – Primado – Duque de Hungría, quien abrió el congreso diciendo:
“Amadísimos hijos míos, Católicos de Hungría:
Las grandes calamidades que padecen ahora nuestros hermanos los católicos de México, nos han reunido en este lugar, para confesar ante la faz del mundo entero que sus desgracias son también las nuestras, que sus padecimientos nos llegan a nosotros en el alma… pero no solo nos hemos reunido aquí para demostrar nuestro dolor, sino también para reanimar nuestra fe, y enardecer nuestro valor cristiano ante los ejemplos sublimes del heroísmo de nuestros hermanos perseguidos, que nos recuerdan los tiempos de los Macabeos. Hemos venido aquí para rendir tributo de admiración a los que en estos mismos días han dado su sangre por Jesucristo, en defensa de su fe coronados del martirio. Finalmente nos hemos reunido para impetrar de los mártires gloriosos bendiciones y gracias celestiales”.
Poco después, se congregaron centenares de Católicos Germanos en las dos grandes salas de la Unión de Católicos Alemanes de la ciudad teutona de Friburgo, en la que dijo el prelado Friburgues Mons. Brettle, al exponer el fin del a reunión:
“Queremos que nuestros corazones latan de amor y de entusiasmo por la religión y que se fortalezcan con el ejemplo y la grandeza del alma de nuestros hermanos de México; queremos demostrar nuestra simpatía y compasión hacia aquellas pobres gentes, perseguidas y maltratadas por defender sus creencias; queremos aprender de ellos a conservar el tesoro de nuestras creencias y a cumplir nuestros deberes presentes y futuros; queremos demostrar que somos una comunidad cuya cabeza es Cristo y la visible, el Papa”.
En lo anterior no hay ninguna exageración, pues dos años antes, en plena epopeya Cristera, la Santidad de Pío XI dijo en la carta que el Emmo. Srio. De estado, Cardenal Gasparri dirigió el 27 de julio de 1927 al Obispo de Oviedo:
“El pensamiento y el magnánimo corazón del Santo Padre están fijos constantemente en la desolada Nación Mexicana y en los angustiosos sufrimientos de que son blanco aquellos fieles, tanto mas queridos y dignos de su amorosa solicitud, cuanto mas hoy a la prueba del dolor y hechos espectáculo ante el mundo, ante la historia y ante Dios, para demostrar de que heroísmo sea inspiradora la Fe, y como en el nombre de Cristo, su Iglesia y sus seguidores están siempre prontos a renovar las gloriosas hazañas de los Mártires”.

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