Cuando la persecución se hizo más enconada, aquel esposo y padre cariñoso se vio precisado a visitar su hogar sólo de vez en cuando. Tal vez sentía su corazón traspasado por el dolor, pero su ideal, como el de todos los grandes hombres, la causa era primero.
Presintiendo su muerte, y unos días antes, asistió por última vez a su hogar. Parecía despedirse de los seres más queridos, les arrulló y les cantó su oración:
“La Virgen María es nuestra protectora,con tal defensora no hay nada que temer,vence al mundo, demonio y carne,guerra, guerra contra Lucifer”
Su hijo mayor, al recibir el Pan de los Ángeles por primera vez, le envía un saludo, ferviente, humano y sincero:
“Muy querido papacito:Te escribo para decirte que hoy hice mi Primera Comunión. El Niño Jesús me dijo que tú mandabas un abrazo y un beso.Yo te mandé con Él muchas gracias, mamacita y Rulito que te saludan. Hace un año que te fuiste, ahora yo te digo y me dices:“Muchos días de éstos”Le pedí a Cristo Rey que se hagan buenos los que te dieron los balazos y le prometí ser “hombre” como tú.Salúdame a mi madre del cielo y a mi tío Me (Salomé) y a todos, que ya no llore mi mamá, danos la bendición.Tu hijo Ancleto de Jesús”.