"De continuar las cosas así, en nuestra desdichada Nación, al cabo de dos lustros ya no quedará en México más que un montón de ruinas humeantes sobre el que se erguirá insolente la infame bandera del crimen y de la disolución social. El pueblo mexicano, ese pueblo noble, grande y heroico tan odiado por la impiedad a causa de su fe profunda y de su nunca desmentido amor a Jesucristo habrá de ser sacrificado en las aras sangrientas de los Bárbaros del siglo XX, o habrá de refugiarse en países donde todavía impere un dejo de cristianismo.
De esta manera, y cuando ya en México hubieran sucumbido todos los valientes, y marchado al destierro todos los hombres de bien; cuando sólo alentaran los verdugos de la raza, los infantes mercenarios, los traidores, los hombres que durante una centuria no han hecho más que preparar el camino a la invasión; rotos ya todos los vínculos sociales, derruídos los templos y hechos pedazos los altares de Dios vivo, se desprendería de las heladas regiones del Norte el ejercito de piratas que, en nombre de la civilización y de la humanidad, vendrían a ocupar un pueblo que reputarían dejado de la mano de Dios, pero que en realidad ellos mismos habrían sumergido antes en el abismo de todas las desgracias. De éste modo quedaría consumado el "Misterio de la Iniquidad" por el que la perfidia y la hipocresía aparecerían prestando un gran servicio a la familia humana, cuando en realidad no habrían hecho otra cosa que destruir la fe de un pueblo para apoderarse completamente de sus destinos".
Mons. José de Jesús Manríquez y Zárate , Obispo de Huejutla.