El General miró fijamente a las improvisadas milicias de Cristo. Con decisión alzó su voz:
“Debemos luchar, ¡debemos combatir por la libertad de la Iglesia!”
Este grito de guerra resonó en el límpido cielo de Caucentla. Era el General Dionisio Eduardo Ochoa1, jefe de las tropas cristeras del Volcán de Colima. Sus palabras eran también la de Cristo Rey que los llamaba a luchar por la Iglesia. Era un llamado para valientes, un llamado para hombres… Entonces una mujer intervino:
“Don Nicho, cuente con que todos nuestros hombres se irán con usted a la lucha. No quedará uno sólo sin que tome las armas. Si algún miedoso se queda, de ese nos encargaremos nosotras; no vale la pena que siga viviendo, ¡Quién le manda a no ser hombre!”
Junto a ella, miles de mexicanos respondieron valerosamente a este llamado dando su vida por Cristo y la Iglesia. Morían gritando ¡Viva Cristo Rey!, sabiendo que el hijo de Dios los recibiría en el cielo como premio a su martirio. Este grito era la respuesta y el eco de otro celestial, del ¡¿Quién como Dios?! del arcángel San Miguel. Era el seguimiento de los mexicanos guadalupanos a su Rey, que murió por dar testimonio de la Verdad.
1 Gral. Dionisio Eduardo Ochoa Santana fue un militar mexicano que participó en la Guerra Cristera. Fue uno de los iniciadores del movimiento cristero para la defensa de la libertad religiosa en el estado de Colima. Eduardo Ochoa encabezó a los cristeros del Volcán de Colima siendo presidente de la Asociación Católica de la Juventud Mexicana del estado de Colima y director del Semanario “La Reconquista”. Ochoa y su hermano el sacerdote Enrique de Jesús Ochoa, mismo que fungía de capellán, se refugiaron en las cañadas, bosques, y escondites del volcán de Colima y del Nevado de Colima, cerca de los límites geográficos con el estado de Jalisco, con el motivo de resistir los ataques del Ejército federal. Ochoa murió cuando le explotaron unas bombas que se encontraban fabricando sus soldados en la Meseta de la Yerbabuena.