Siendo gobernador, Saturnino Cedillo nombró a Francisco Carrera Torres jefe de Operaciones militares en el estado; el gobierno de Calles aceptó esa disposición que reforzaba la expresión de un poder regional y que en esos meses era estratégico para el gobierno central.
A principios de 1928 fueron ejecutados seis hombres en Armadillo, acusados de rebelión, el P. Mèndez, párroco del lugar fue fusilado en el Cementerio del Saucito porque le había opuesto al uso de la violencia en la lucha religiosa.
En julio de 1928 fue asesinado el general Álvaro Obregón. En noviembre del año anterior habían sido fusilados el padre Miguel Agustín Pro y otros católicos acusados de haber atentado contra Obregón. La guerra cristera se intensificó durante 1928 y 1929.
La última acción significativa en San Luis Potosí la emprendió Fiacro Sánchez, quien con un grupo de cristeros provenientes de Guanajuato ocupó la población de Rayón, mientras otros descarrilaban dos trenes militares en Cárdenas. Estas fuerzas cristeras fueron reprimidas y sus dirigentes fusilados. En el lapso de unos cuantos meses, las fuerzas de Cedillo terminaron con las vidas de los principales jefes de la rebelión en San Luis: Fiacro Sánchez, Jacinto Loyola y Prudencio Zapata.
Fiacro Sánchez, originario de Armadillo de los Infante, predijo su muerte, cuando su hijo Jorge le preguntaba cuándo haría su primera comunión, el, invariablemente contestaba, para extrañeza de su esposa Micaela. "El día que yo me muera".
La última vez que, entre actividades guerrilleras, se dió un momento para visitar a Micaela Gámez Saldierna, con quien tenía 5 hijos, ella le preguntó: "Y ahora si, Fiacro, ¿cuándo nos vemos?", y el contestó sencillamente "En el cielo nos veremos, el 15 de Agosto me van a fusilar...", como efectivamente sucedió. Ese día es el de la Virgen de la Asunción, vale la pena saber el nombre completo del Cristero: Fiacro Moisés de la Asunción Sánchez Serafín.
El cortejo que seguía a sus restos, desafió las prohibiciones de la Ley Calles, y lleno las calles que llegaban hasta el cementerio, con oleadas de católicos que lloraban la muerte del líder, y se turnaban para conducir a hombros su ataúd. Tanto tardó el cortejo en llegar al Cementerio, que los enterradores ya no permanecieron junto a la fosa para bajar el cuerpo, pues recibieron órdenes de no apoyar ese sepelio si no se ajustaba a un horario específico.
Como no había manera de bajarlo a su sepultura, las mujeres del pueblo ataron sus rebozos, y fueron ellas las que cumplieron la penosa tarea.
Fue sepultado en el Cementerio del Saucito, en 5a clase y como su viuda no pudo pagar la perpetuidad, al término de su temporalidad sus restos fueron arrojados al osario, pero junto al lugar que ocupo originalmente su sepultura, permanece el también cristero, José Belén, quien fuera fusilado y sepultado el mismo día.
Otros mártires cristeros fueron sepultados en el Saucito y aún descansan en él, otros fueron incluso ejecutados en el lugar.