sábado, 9 de marzo de 2013

OBISPO JOSÉ DE JESÚS MANRÍQUEZ Y ZÁRATE


José de Jesús Manríquez y Zarate
1er. Obispo de Huejutla, Hidalgo.
“El Obispo Hombre”.

Nace en León de los Aldama, Guanajuato el 9 de noviembre de 1884, hijo del Maestro Joaquín Manríquez y María de Jesús Zarate. En 1896 ingresó al Seminario Conciliar de León donde cursó Humanidades, Filosofía y los dos primeros años de Teología, trasladándose a la ciudad de Roma el 15 de agosto de 1903 para ingresar en el Pontificio Colegio Pío Latinoamericano.

Recibió la ordenación sacerdotal de manos del Cardenal Gasparri, Vicario General de Roma, el 28 de octubre de 1907, celebrando su primer misa en la Basílica de San Pedro el 1 de noviembre de ese mismo año, usando una casullos del Papa Pío IX. En 1909, alcanzó el grado de Doctor en Derecho Canónico.

En el libro de sus recuerdos, escrito en 1927, señala:

«Lleno de Bríos y de santas ilusiones para trabajar por la causa de Jesucristo, llegue a México procedente de la Ciudad Eterna en julio de 1909. Fui recibido muy fríamente por las autoridades Eclesiásticas de aquel entonces. La sede episcopal de León estaba vacante y al frente del gobierno estaba el Sr. Canónigo don Pablo Torres. Este señor me sujetó a examen sinodal y los Canónigos que me examinaron me pusieron a traducir latín, no obstante haber conquistado en Roma las tres borlas de Filosofía, Teología y Derecho Canónico. Estas humillaciones no dejaron de abatir un tanto mi sensibilidad, máxime cuando en lugar de darme un cargo honorífico en el orden humano, se me nombró simplemente coadjutor de la Parroquia del Sagrario. Sin embargo, habiendo aprendido en Roma a obedecer, pronto me rehíce y me entregué completamente en las manos de Dios, sin violentar en nada las trazas de su amadísima Providencia»

De la parroquia del Sagrario, pasa en noviembre de 1909 al Seminario Conciliar como Prefecto del Clerical. Posteriormente en enero de 1911 es nombrado cura de la parroquia de Guanajuato, cargo que ocupó durante 10 años, ya que en enero de 1921 fue nombrado Canónigo Doctoral en la Catedral de León.

El 11 de diciembre de 1922 es preconizado primer Obispo de Huejutla, Hidalgo y el 4 de febrero de 1923 se consagra Obispo en la Catedral de León. Toma posesión de su Diócesis el 8 de julio de 1923.

Huejutla se erigió Diócesis por la Bula “Inter Negotia” del 24 de noviembre de 1922, ejecutada el 1 de julio de 1923. Abarcando parte de Hidalgo, Veracruz y San Luis Potosí, en la Huasteca. Lo que más abundaba en ese territorio era la pobreza. Desde luego se propuso la evangelización de esos pueblos abandonados y alejados de la civilización.

Le tocó organizar el gobierno eclesiástico de Huejutla excepcionalmente, pues fue Prelado, párroco, vicario, sacristán, campanero y hasta barrendero.

Mons. Manríquez y Zarate fue el primer Obispo en denunciar públicamente la política de Calles desde 1925. En su sexta Carta Pastoral publicada el 10 de marzo de 1926 declaró que los artículos de la Constitución violaban los derechos humanos. Y añadía:

«Reprobamos, condenamos y anatemizamos todos y cada uno de los crímenes cometidos por el Gobierno mexicano en contra de la Iglesia Católica en los últimos días, sobre todo su no bien disimulada intención de acabar de una vez para siempre con la religión Católica en México… Ha declarado (también) últimamente el señor Presidente de la República que considera que de la aplicación de los artículos atentatorios de la Constitución en materia religiosa, no ha surgido ningún problema de importancia en el país, y que todo se ha reducido a protestas más o menos escandalosas en que actúan solamente mujeres, sin tener los individuos del sexo masculino el valor suficiente para presidirlas y capitanearlas en sus heroicas empresas. Miente el Sr. Presidente de la República al asentar tal afirmación… Debe saber que acá, en estas lejanas tierras sumidas perpetuamente en la barbarie, y bañadas por un sol africano, existe un hombre, un cristiano, que tendrá el valor, con la gracia divina, de sufrir el martirio, si es necesario, por la causa sacrosanta de Jesucristo y de su Iglesia. Solo pide una gracia al jacobinismo, si es que el jacobinismo puede conceder favores: de que no se le asesine por la espalda. Si el gobierno jacobino exige de los católicos mexicanos el verdadero valor cristiano, nosotros tenemos derecho de pedir, de exigir de nuestros verdugos siquiera el valor y la osadía de los Cesares de la Roma pagana…».


La reacción del gobierno no se hizo esperar, en seguida fue consignado por el Secretario de Gobernación al Procurador General de la Nación, quien turnó el asunto al Juez de Distrito del Estado de Hidalgo, que giró una orden para que se presentara ante el a declarar pero no le obedeció. El 13 de mayo de 1926 llega a Huejutla el coronel Enrique López Leal al frente de 500 soldados con la consigna de tomar preso a Mons. Manríquez, quien es conducido a Pachuca al juzgado donde declaró “Que comparecía por la fuerza, ya que no reconocía competencia a los tribunales civiles para juzgar a las autoridades eclesiásticas”. Se le fijó como prisión los anexos del templo de La Asunción en Pachuca, donde estuvo preso por 11 meses hasta abril de 1927, cuando fue conducido a la Ciudad de México, concretamente a la Inspección de Policía. Durante su traslado le conminó un oficial militar a que se despojara de sus ropas episcopales a lo que Mons. Manríquez se negó y le pregunta al militar:

- ¿Por qué no se quita usted su uniforme?
- Porque este es mi uniforme militar
- Pues este es mi vestido de Obispo. – Repuso el prisionero.

El 22 de abril de 1927 fue subido en un tren con rumbo a la frontera de los Estados Unidos donde fue desterrado. No volvió a la Patria sino hasta 1944. Se estableció primero en Laredo, después en Los Ángeles, California y finalmente en San Antonio, su lugar definitivo.

Uno de los puntos para que los arreglos se llevaran a cabo el 21 de junio de 1929 fue que se le pidió a los obispos mediadores, Leopoldo Ruíz y Pascual Díaz que los obispos Manríquez y Zarate y González y Valencia no regresaran al País y que el Arzobispo Orozco y Jiménez saliera del mismo.

Nunca estuvo de acuerdo con los Arreglos con el Gobierno. Dirigiéndose al comité Directivo de la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa, en la persona de Miguel Palomar y Vizcarra, el 25 de junio de 1929, desde Los Ángeles, al tener noticia de los Arreglos del 29 les dice: “Esto es terrible, señores; y yo ahora me encuentro embargado de un tedio profundo y de una tristeza mortal… Quisiera que esta carta fuera una elegía, algo así como una lamentación inmensa que resonase en los ámbitos del mundo, semejante a la de Jeremías, llorando y gimiendo amargamente sobre las ruinas y escombros de la antes dichosa Jerusalén… Yo deseo que todos ustedes que aman a Jesucristo y a la Patria, desahoguen su inmenso dolor llorando también y con gemidos inenarrables, deplorando las desdichas de la Religión y de la Patria”.

El 24 de octubre de 1929 el Papa Pío XI lo recibe en audiencia especial. Durante la prolongada entrevista el Papa escucha con especial atención a Mons. Manríquez quien da detalles pormenorizados de la situación de la Iglesia en México, oprimida y atribulada.

El 6 de julio de 1939 renuncia al gobierno Diocesano de Huejutla y recibe el nombramiento como obispo titular de Verbe. Regresa por fin al País el 8 de marzo de 1944. Estuvo en el Arzobispado de México como Obispo Auxiliar y el 7 de septiembre fue nombrado Vicario General del Mismo Arzobispado. Murió el 28 de junio de 1951.

Monseñor Manríquez y Zarate fue el primer promotor de la causa de Beatificación de Juan Diego.


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