domingo, 27 de junio de 2010

Asalto de Manzanillo

La Batalla o Asalto de Manzanillo fue un hecho de armas librado el 24 de mayo de 1928, y formó parte de la Guerra Cristera. Después de los combates librados en Jalisco, sorpresivamente, el 24 de mayo de 1928 los cristeros cayeron sobre el puerto de Manzanillo al mando del General Jesús Degollado Guízar.
 

Batalla
 

La inesperada presencia del cañonero Progreso de la Armada de México complicó los movimientos cristeros, puesto que los cristeros a pesar de la distancia comenzaron a atacar al buque. El ataque cristero trató de ser rechazado por ataques aislados de carabinas y uno que otro disparo de cañón del ARM Progreso, así como por elementos del Ejército federal que en ese momento protegían la guarnición de la plaza manzanillense. Después de estudiar la situación, el comandante del buque, el capitán de fragata Eduardo Loiza Iturrios, ordenó zafarrancho de combate, pero decidieron cortar los cabos que sostenían a la embarcación y así combatir con menos riesgo a los rebeldes, mientras tanto, los oficiales y tripulación ocuparon sus puestos de combate dentro y fuera del barco; en esta primera acción mueren 5 cristeros y un marino federal, de nombre José Villalpando Rascón, quién pose una placa de bronce en la Capital de la Ciudad; el combate duró poco, pero el cañonero no podía bombardear a la ciudad, por lo que se limitó a zarpar. Los cristeros creían tener ganada la batalla, sin embargo un error táctico cristero marcó su derrota. Revisado al término del combate y tras examinar los motivos de la derrota cristera, los cristeros culparon al General Alberto Gutiérrez por no haber llevado a cabo la interrupción de las comunicaciones entre Manzanillo y Colima, como se le había ordenado, no sólo cortando el telégrafo sino también afectando la vía férrea. También fueron acusados el general Andrés Salazar y Marcos Torres Virgen por no haber amagado Villa de Álvarez y Colima para distraer a las fuerzas federales. El motivo de la derrota fue de qué hora y media después, arribaba en tren el General Heliodoro Charis con todas sus tropas. El General Jesús Degollado Guízar ordenó la retirada al ver que se veían muy superados en número, pero algunos hombres del jefe cristero Lucas Cueva quedaron atrapados en el puerto al tratar de robar armamento.

Término de la Batalla
 

Después de un intenso combate, Charis recuperó Manzanillo. Las bajas cristeras fueron de 123 muertos y por parte de los federales murieron 29, entre oficiales y soldados.

miércoles, 23 de junio de 2010

El Martirio del Padre Pro (1891-1927)

Título: El Martirio del Padre Pro (1891-1927)
Autor: R. P. Jesús Antonio Dragón, S. J.
Ediciones La Prensa, México, 1952.
Prólogo del Excmo. y Rvmo. Arzobispo Sr. Dr. Luis María Martínez Rodríguez. Traducción del R. P. Rafael Martínez del Campo, S. J.




Presentación en formato gráfico.
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Contenido
[5] Prólogo

[27] Advertencia

[30] La niñez

[58] La formación religiosa

[86] El estudiante

[98] Dos años en los colegios

[106] La teología y el sacerdocio. ¿Falta aún mucho camino para recorrer?

[162] El año de prueba

[229] El apóstol

[292] Padre de los pobres

[331] Guía de almas

[382] Hacia el martirio

[419] Nocturno “¡A mis almas!”

[425] El martirio

[429] Imagen 1: De rodillas, preparándose a morir (ampliacion disponible)

[446] Imagen 2: Con los brazos en cruz, recibe la descarga
[520] Apéndice. Pruebas del Martirio

[525] La Prueba del Martirio

[526] a. Los testigos

[535] b. La conducta de los tres hermanos

[536] El día 14

[537] Los días 15, 16 y 17

[539] Los días 18 al 22 en la Inspección

[540] El día 23

[549] c. La lectura del acta

[550] d. Los testimonios escritos en el acta o periódicos

[558] e. Todos rehuyen la responsabilidad

[560] f. Las confesiones de la inocencia

[562] g. La verdad de los hechos. Las pistas

[570] a. La voz unánime de la conciencia sensata

[570] b. Las confesiones de parte

[572] c. Habla Obregón en dos discursos

[574] Obvio comentario

[576] d. Habla Calles

[577] Entrevista con Calles

[579] e. Hablan los hechos

[580] Un caso símile

[583] Diario

[590] Imagen 3: Alegoría de los cuatro fusilados
[591] Historia del Proceso de Beatificación. Antes de la Introducción de la Causa 
[593] El mecanismo del proceso informativo sobre la fama

[599] El Decreto de Introducción

[602] El proceso apostólico sobre el martirio
 

martes, 22 de junio de 2010

La tempestad callista en Colima



Monseñor Velasco
Al igual que en los Estados de Zacatecas, Jalisco, Guanajuato y Michoacán, también en el de Colima, la revolución triunfante intentó implantar las leyes que un grupúsculo de jacobinos, publicó en la ciudad de Puebla el día 5 de febrero de 1917.

En la mayoría de los casos la historia es parecida, en todos hubo antecedentes de la persecución religiosa durante la Revolución Mexicana (Carranza y Obregón), pero con mucha más ferocidad al término de ésta; en especial al tomar el poder Plutarco Elías Calles, quien sin miramientos de ninguna clase, manifestó la firme decisión de aplicar hasta en sus más mínimos detalles la Constitución del 1917, especialmente en lo referente al culto de la Iglesia Católica y a los Ministros de la misma.

Es necesario tener en cuenta que el gobierno central tenía en la mayor parte de los gobernadores de los estados a fieles testaferros, dispuestos a cumplir como perros fieles las órdenes de Calles. Hubo lugares en que los gobernadores aplicaron por propia iniciativa las leyes antes mencionadas, así sucedió en Jalisco con Manuel Macario Diéguez y con Francisco Solórzano Béjar en Colima, este había sido impuesto como gobernador por su procedencia masónica y por hacer gala de sectarismo, el cual manifestaba con una gran animosidad hacia la Religión Católica.

La grey Colimense estaba a cargo del Excmo. Sr. Obispo José Amador Velasco, quien se distinguía por su humildad y que -anciano como estaba-, era víctima de continuos achaques; además de que, numéricamente hablando, el clero era muy escaso. De lo cual se aprovechaba muy bien Solórzano Béjar realizando perfectamente su labor como prestanombre del callismo, arrebató propiedades a la Iglesia, arrojó a los seminaristas de su colegio, a la Religiosas Adoratrices las lanzó de su casa, ser apoderó del edificio del Arzobispado y a los Caballeros de Colón les arrebató su finca.

Sin embargo en las católicas tierras de Colima, no podía faltar la asociación de jóvenes, que en toda la República se distinguió por su aguerrido combate a las medidas antirreligiosas del gobierno de Calles. La Asociación Católica de la Juventud Mexicana Colimense, con el periódico “La Reconquista”, no daba cuartel al gobierno, denunciando sus crímenes y exhortando a la población a no permitir tales atropellos:
“... Más de una vez merecieron, por su actitud gallarda, no solo las calurosas felicitaciones del clero y de los católicos colimenses, sino aún la aprobación y bendición del Metropolitano el Excelentísimo Señor Arzobispo de Guadalajara, Mons. Francisco Orozco y Jiménez” 4

El Presidente de la A.C.J.M. de Colima, a la par Director del Semanario “La Reconquista”, era un joven que frisaba en los 25 años, cuyo nombre era Dionisio Eduardo Ochoa, quien por su acendrado catolicismo, unido a su inteligencia y determinación, poco tiempo después encabezaría a los heroicos cristeros del Volcán de Colima.

De igual forma que a sus colegas de otras ciudades, los jóvenes acejotaemeros colimenses, en más de alguna vez se les confinó en inmundas mazmorras, pero eso, antes que enfriar su espíritu guerrero, fue aliciente para entregarse con mucho más fervor a la defensa de sus ideales.


General Enrique Gorostieta

Nace el año de 1890 en la ciudad de Monterrey Nuevo León, hijo de Enrique Gorostieta Lazaga, descendiente de españoles.
Todos sus estudios los lleva a cabo en las escuelas laico-positivistas, es la educación oficial propiciada por los ideólogos del porfirismo. Sufre la influencia de la ideología liberal en boga.

Influenciado por su madre se decide a seguir la carrera militar, ingresa al Heroico Colegio Militar; ahí había maestros más competentes; los talleres y laboratorios contaban con mejores instrumentos, en esto, el Colegio Militar superaba a cualquier otra escuela oficial; sin dejar de ser una formación liberal y materialista, la calidad educativa y disciplinaria eran excelentes.
Gorostieta aprovechó bien aquella formación académica, pero disciplinariamente siempre fue muy inquieto, en alguna ocasión comete una falta contra la férrea disciplina militar y es castigado.

Sobresale en el estudio de las materias militares, técnicas y humanísticas. Es un hombre inteligente y de gran susceptibilidad a su entorno; vive las fiestas del centenario de la Independencia, organizadas con gran pompa por Don Porfirio.

Como alumno del Heroico Colegio dura solamente un año, pero sigue en la vida militar como soldado en activo, combate en las primeras filas contra el caudillo revolucionario del sur Emiliano Zapata, es un gran estratega, lo demuestra derrotando varias veces a las tropas revolucionarias.

A los tres años es ascendido a General Brigadier, Victoriano Huerta lo llama a su lado por sus dotes de caudillo natural.
Estando Huerta en el poder, Gorostieta es nominado para perfeccionar sus conocimientos militares en la Academia de West Point; cuando está preparado para salir al extranjero, Victoriano Huerta es derrocado del poder, pues no quiso someterse a la férula de EE.UU. Se exilia por propia voluntad en Cuba, Estados Unidos y en algunas naciones europeas; en España milita en la Legión Española.

Al regresar a México se le sigue considerando como un proscrito, lleva una vida muy pobre, se casa por los años 20s -en vísperas de la cristiada-, son los preludios de su entrada en una lucha, de la cual un tiempo estuvo tan alejado, pero que después, por los inescrutables designios de Dios, queda al frente de ella, y que no por incapacidad, sino por los mismos designios Divinos la causa no triunfa completamente.

Volviendo a nuestro personaje, es necesario acotar que, en la etapa a la que nos estamos refiriendo, Gorostieta era un hombre que no se distinguía por ser un católico fervoroso, pero tampoco como un anticlerical a ultranza, y en lo militar su capacidad era indiscutible, sus mismos colegas lo calificaban como: “El General invencible”.

Razones de peso y las características arriba señaladas, influyeron necesariamente en los directivos de la Liga para nombrar al general Enrique Gorostieta.

Después de más de un año del levantamiento, las fuerzas Cristeras ya constituían un ejército en toda forma, al que se denominó Ejército Libertador, don Antonio Rius Facius anota que:
“Para evitar la repetición de algunas fricciones que se habían presentado..., y para continuar la buena marcha del movimiento cristero, fue nombrado jefe supremo de la defensa armada el ameritado General Enrique Gorostieta Velarde... El día 4 de agosto de 1928, el General Gorostieta, lanzó en la región de Los Altos, el manifiesto que contenía el programa de gobierno que se deseaba implantar”

A partir de que el general toma contacto con la Liga, no faltan los susceptibles que no ven con buenos ojos esta medida; lo acusan de ser masón y mercenario, de hecho había entrado a ocupar el máximo puesto militar en la lucha, por contrato, no se ofreció espontáneamente a dirigirla; tal vez esto último hubiese sido más sospechoso. 

 

Al asumir el mando, el General invencible se propuso realizar un trabajo profesional, tal como convenía a su trayectoria; pondría a sus tropas en condiciones de máxima efectividad, pronto se hizo sentir el cambio favorable, aunque Gorostieta no contaba mas que con los pobres recursos que siempre fueron la constante en la Cristiada, administrándolos de la mejor manera, logró que los soldados recibieran mejor atención, y hasta donde se pudo, las tropas fueron provistas de vestuario adecuado. Bien sabía que lo realmente necesario era el armamento y el parque, pues los cristeros estaban hechos a todo.

Lo anteriormente anotado y lo que a continuación se escribe, nos dará la pauta para tener una idea más acorde con la realidad de un personaje, hasta cierto punto incomprendido.

En presente caso como en muchos otros, el enemigo con sus acciones, pone de relieve la capacidad del jefe, y de su trabajo.

1º Durante el corto tiempo (aproximadamente de nueve meses), durante el cual el General Gorostieta fungió como jefe de la Guardia Nacional Cristera; el gobierno de Calles con toda su fuerza numérica y logística (infantería, caballería y aviación), además de contar con armamento y parque a granel, no pudo acabar con lo que ellos calificaban como “grupos aislados de asaltantes”.

2º Debido a la impotencia del ejército para acabar con los rebeldes, de la misma parte gubernamental promovió, porque la necesitaba urgentemente, una salida pacífica. En junio de 1929 se llevaron a cabo; los llamados “arreglos”, entre el gobierno de Portes Gil, con los obispos Pascual Díaz y Leopoldo Ruiz, quienes durante todo el tiempo de la cristiada estuvieron contra ella, e indebidamente asumieron la representación de los cristeros en tales arreglos. Desde el mes de mayo ya se rumoraban los acuerdos, por tal motivo el General Gorostieta fue el primero en levantar su voz en contra de lo que él llamó, no arreglos, sino traición.

3º No obstante que los tratados entre el gobierno y los obispos anticristeros eran casi un hecho, el día 2 de junio de 1929 el gobierno mató arteramente Gorostieta, no de frente, sino tendiéndole una emboscada en la Hacienda del Valle, Municipio de Atotonilco el Alto, Jalisco. La muerte del General fue el preludio de lo que provocarían las vergonzosas componendas con el gobierno; el asesinato selectivo fue la constante en el nuevo “modus muriendi”, este termino lo acuñó el pueblo, pues originalmente el gobierno le llamo el nuevo modus vivendi, en su afán de convencer a los cristeros a dejar las armas.

Después del jefe de la Guardia Nacional Cristera, y ya en la etapa pacífica, el gobierno sin respetar su palabra siguió con sus asesinatos selectivos; así cayeron otros jefes cristeros como:
El Padre Aristeo Pedroza, el General Quintanar y muchos más que si no murieron acribillados traidoramente por las balas gubernamentales; se les asesinó civilmente pues por sus antecedentes como beligerantes, vivieron como parias o proscritos en su propia tierra.


sábado, 19 de junio de 2010

La Cristiada

Para algunas personas el factor religioso fue la única causa que determinó la insurrección armada. Para otras, la persecución religiosa fue un pretexto: eran bandidos, políticos, revolucionarios, que en aquel momento estaban derrotados o marginados, y vieron en el conflicto religioso la ocasión para un desquite. Algunos –pocos, a decir verdad– se fueron a combatir con los cristeros sin siquiera ser cristianos. Para muchas personas, sin embargo, muchísimas diría yo, la suspensión del culto en agosto de 1926 fue la gota que derramó el vaso: gente que durante muchos años venía sufriendo el caos de la Revolución Mexicana y que lo habrían seguido soportando; u otros que hasta aquel momento no estaban en absoluto movilizados, organizados, ni menos aún alzados en armas. Para estos, el factor religioso fue decisivo. Sin él, no hubiera habido sublevación armada. El presidente Plutarco Elías Calles no había previsto las consecuencias cuando puso en marcha el mecanismo que llevó a la rebelión de los cristeros y a una interminable y trágica guerra. Ni siquiera el Papa lo sabía; el mismo gobierno de la Iglesia universal –la curia vaticana– estaba tan dividido como la Iglesia mexicana. Los obispos locales no sabían qué hacer ante la nueva situación. Los gobernadores revolucionarios, a su vez, estaban divididos. El de Jalisco, Barba González, pide audiencia al presidente Calles en julio de 1926 cuando está por iniciarse el conflicto, y se da un diálogo más o menos del siguiente tenor:
Barba González: "Señor Presidente, estoy muy preocupado por la dirección que está tomando el conflicto religioso; la gente se va a alzar en armas".
Calles: "No, no. Los católicos no se alzarán. La mayoría son mujeres y viejos que creen en el más allá por miedo a la muerte".
Barba González: "No, señor Presidente, le aseguro que en Jalisco es distinto; los católicos son bravos".
Calles: "Jalisco es el gallinero de la República".
Y Barba González comentará en sus memorias: "¡Qué gallos salieron de aquel gallinero!"
Calles: "Si se alzan en armas, mejor para nosotros y peor para ellos, así los aplastaremos de una vez por todas". 

Después, el Presidente se dirige al general que estaba presente en la conversación, el temible Amaro, secretario de la Defensa Nacional.
Calles: "General, ¿en cuanto tiempo podemos aplastarlos?"
Amaro: "En tres semanas, mi general".
Y Barba González comenta: "Esperemos que no hagan falta tres años".
Necesitaron exactamente tres años, no para aplastarlos, sino para negociar los "arreglos".
En ese verano de 1926, la Iglesia decidió suspender el culto en los templos como respuesta a la Ley Calles, que, efectivamente, era inaceptable para quien tenía la responsabilidad del gobierno de los católicos mexicanos. Entre otros puntos, la Ley establecía que ningún sacerdote podía oficiar sin haber sido previamente registrado en la Secretaría del Gobierno federal, regional e incluso municipal. Para entender la peligrosidad de esta disposición hay que tener presente que la Ley Calles llegó un año después del intento de cisma promovido por el Gobierno. Por eso Roma prohibió a los obispos mexicanos acatar esa Ley.
La Cristiada fue una guerra que llegó a movilizar cincuenta mil combatientes, apoyados por todo un pueblo. Emiliano Zapata no tuvo más de diez mil hombres; Pancho Villa, veinte mil en su apogeo; ambos son mundialmente famosos; los cristeros, no, que son comparables a los campesinos católicos de la Vandea, a esos "chuanes" que la Revolución Francesa no pudo vencer. Napoleón tuvo que hacer la paz con la Iglesia para desarmarlos. Le pasó lo mismo a los gobiernos anticlericales de la Revolución Mexicana. En 1929, con mediación internacional, se concluyen los "arreglos", se restablece el culto y los cristeros se van a su casa. Pero en 1931-1932, un rebote anticlerical desata una verdadera persecución religiosa (condenada por la Liga de las Naciones) que provoca una segunda guerrilla católica (prohibida por la Iglesia). Le toca al presidente Lázaro Cárdenas el papel pacificador de Napoleón: en 1938, el conflicto religioso termina de manera definitiva.

Jean Meyer. Artículo publicado en revista Criterio


 

viernes, 18 de junio de 2010

MIGUEL GÓMEZ LOZA.

Nació en Paredones, en la región de Los Altos, Jalisco, México el 11 de agosto de 1888. Pasó la infancia en su pueblo natal y frecuentó la primaria en la parroquia del lugar. Posteriormente emigró a Guadalajara para estudiar derecho. Participó en muchas iniciativas para promover la formación humana y cristiana de los trabajadores y fue de los socios fundadores de la Asociación Católica de la Juventud Mexicana. En 1922 se casó con María Guadalupe Sánchez Barragán, con la cual tuvo tres hijas. Siempre defendió en sus actividades de abogado y notario a los más pobres y a los católicos tratados injustamente. Por esta actividad esforzada muchas veces sufrió cárcel. En 1925 fue honrado por la Santa Sede con la Cruz «pro Ecclesia et Pontifice». El 21 de marzo de 1928 fue capturado y asesinado después de sufrir crueles tormentos.





LUIS MAGAÑA SERVÍN.


Nació en Arandas, Jalisco, México, el 24 de agosto de 1902 y frecuentó la primaria en la escuela parroquial del lugar. Trabajó con su padre en el taller de curtiduría de la familia. Fue miembro de la Asociación Católica de la Juventud Mexicana y de la Adoración Nocturna del Santísimo Sacramento. En 1926 se casó con Elvira Camarena Méndez, con quien tuvo dos hijos. Durante la persecución contra la Iglesia se entregó a los soldados para salvar la vida de su hermano. El día 9 de febrero de 1928, mientras elevaba, en sus últimos momentos, himnos a Cristo Rey, fue fusilado.



SALVADOR HUERTA GUTIÉRREZ.


Nació en Magdalena, Jalisco, México el 17 de marzo de 1880 y todavía niño se trasladó con su familia a Guadalajara. En 1907 casó con Adelina Jiménez, con quien tuvo 11 hijos. En 1921 se inscribió a la Adoración Nocturna del Santísimo Sacramento. El 2 de abril de 1927 fue hecho prisionero y torturado. El siguiente día fue fusilado.






EZEQUIEL HUERTA GUTIÉRREZ


Nació en Magdalena, Jalisco, México el 7 de enero de 1876. Cursada la primaria en la escuela parroquial, prosiguió sus estudios en un instituto estatal. Llegó a ser un músico y cantor capaz, facultades que puso al servicio de la comunidad cristiana. Era miembro de la Adoración Nocturna del Santísimo Sacramento. En 1904 se casó con María Eugenia García, con la cual tuvo diez hijos. En 1923 ingresó a la Venerable Orden Tercera de San Francisco. En la mañana del 2 de abril de 1927 fue aprehendido y cruelmente torturado. Sufrió el martirio con Salvador su hermano, a la mañana del siguiente día.



RAMÓN VARGAS GONZÁLEZ


Nació en Ahualulco de Mercado, Jalisco, México, el 22 de enero de 1905. De joven emigró a Guadalajara con su familia, se inscribió en la Asociación Católica de la Juventud Mexicanae ingresó a la Universidad de la ciudad para estudiar medicina. Fue diligente en cumplir sus propias obligaciones y sobresalió por su espíritu de oración. Se entregó a los perseguidores en lugar de su hermano mayor. Junto con su hermano Jorge fue fusilado la noche del 1º de abril de 1927.





JORGE VARGAS GONZÁLEZ


Nació en Ahualulco de Mercado, Jalisco, México el 28 de septiembre de 1899. Emigró a Guadalajara en compañía de su familia. Se inscribió en la Asociación Católica de la Juventud Mexicana. Sobresalió por su ferviente devoción a la Santísima Virgen María. Al recrudecerse la persecución contra la Iglesia, fue aprehendido. No temió ante la muerte: su único dolor fue no poder comulgar antes de dar el testimonio supremo de su fe, pero lo animó su hermano ,el siervo de Dios Ramón, con estas palabras: «No temas, si morimos nuestra sangre limpiará los pecados». Fue asesinado la noche del 1º de abril de 1927.



LUIS PADILLA GÓMEZ.


Nació en Guadalajara, Jalisco, México, el 9 de diciembre de 1899. Terminada la instrucción primaria en el Colegio de don Tomás Fregoso y en el Instituto de la Compañía de Jesús, como a los 18 años ingresó al Seminario Conciliar de Señor San José, en Guadalajara, en donde permaneció hasta 1921. Habiendo comprendido que Dios no lo llamaba al sacerdocio, abandonó los estudios eclesiásticos, se dedicó a un apostolado laborioso, alimentado espiritualmente en la Eucaristía y la devoción a Nuestra Señora de Guadalupe. Fue el presidente diocesano de la Asociación Católica de la Juventud Mexicana. Al desatarse la persecución contra la Iglesia, no tuvo temor, sino que con más vigor ejerció su diligencia apostólica. En la noche del 1º de abril de 1927 fue aprehendido, torturado y finalmente asesinado por los soldados.




jueves, 17 de junio de 2010

La base social del movimiento cristero

La guerra cristera fue un levantamiento popular, en todo el sentido de la palabra: abarcó a todos los estratos de la sociedad, lo que no quiere decir que en la misma proporción todos hayan entrado en el terreno de batalla. Los primeros levantamientos, en Zacatecas, fueron de campesinos que, acostumbrados a defenderse de las gavillas de maleantes que constantemente los asolaban en aquella época de gran anarquía, vieron la necesidad de defenderse del Gobierno que les impedía practicar su religión. El móvil inmediato que precipitó el levantamiento del general Pedro Quintanar fue una agresión de los soldados contra una multitud de católicos. A los pocos días, estando ya «levantado», se le unió el general Aurelio Acevedo con unas decenas de personas que vieron la necesidad de levantarse cuanto antes, pues las tropas del Gobierno estaban decomisando las armas que ellos tenían para su defensa habitual de las gavillas de ex revolucionarios, y se dieron cuenta de que, si los dejaban sin armas, habrían quedado indefensos ante cualquier arbitrariedad del Gobierno, que «ya había cerrado sus iglesias», por lo que se decidieron a luchar en defensa su fe, sin tener un perspectiva clara de lo que podrían hacer tan pocas personas.


Vida y martirio de Santo Toribio Romo







 
 
 
 

Yo aventaba las balas y Dios las repartía.

En la provincia mexicana, y al margen de la Liga, comenzaron a darse una serie de levantamientos armados de manera espontánea por la restitución de los derechos religiosos. En todos ellos el grito de guerra era ¡Viva Cristo Rey!, por lo que pronto estos alzados fueron llamados Cristos Reyes y más tarde Cristeros. El primer ataque tuvo lugar en Chalchihuites, Zacatecas el 15 de agosto de 1926, cuando un grupo encabezado por Pedro Quintanar, comerciante y sindicalista católico del cercano poblado de Valparaíso, organizó un grupo para rescatar del poder de fuerzas federales al cura Luis G. Bátiz, hoy canonizado, quien durante la persecución fue fusilado junto con algunos miembros de la ACJM. Al regreso de Quintanar al pueblo, buscó justicia en las autoridades municipales, pero al no encontrar respuesta, se apoderó de Chalchihuites pero tuvo que replegarse ante la llegada de refuerzos militares.
En el grupo de Quintanar se encontraba Aurelio Acevedo Robles, quien atacó el poblado jaliciense de Huejuquilla el Alto y apoderado de la plaza después de un combate de once horas, dispuso la defensa contra las tropas federales. El general Eulogio Ortiz, enterado de la toma de Huejuquilla, atacó el 4 de septiembre con 400 hombres entre los que se encontraba agraristas de Fresnillo y Valparaíso y obligó a los hombres de Acevedo a huir por su corto número. Tanto éste como Quintanar se retiraron en espera de un mejor momento para la reanudación de la lucha.
Es en el año de 1927 cuando los brotes dejaron de ser esporádicos para convertirse en una verdadera amenaza para el gobierno, principalmente en el centro occidente del país, siendo los estados más involucrados Jalisco, Michoacán, Nayarit, Colima, Guanajuato, San Luis Potosí, Zacatecas y Aguascalientes, aunque también el Distrito Federal, Morelos, Oaxaca, Guerrero, así como ocasionales apariciones en Coahuila y  Durango.
La Liga, al saber del fracaso del boicot para la revocación de la Ley Calles y de los primeros brotes, decidió pasar de la resistencia pacífica a medios más drásticos, y para ello mandó un memorandum al Episcopado mexicano el 26 de noviembre de 1926 para solicitar su aprobación sobre la defensa armada. Los obispos no objetaron el uso de la fuerza, pero se cuidaron de comprometerse y aparentemente satisfechos, los “ligueros” organizaron un comité de actividades de guerra bajo el mando del joven René Capistrán Garza, presidente de la ACJM para el estallido de la guerra el 1° de enero de 1927.
Al tener noticias de la rebelión planeada por el general Enrique Estrada, antiguo secretario de Guerra y Marina de Obregón y desterrado en Estados Unidos por su filiación delahuertista, se le comisionó a reunirse con él y obtener el apoyo de aquél país. La rebelión de Estrada fue descubierta y pronto fue detenido, ante ello, Capistrán Garza procedió a buscar apoyo entre el episcopado estadounidense, encontrando sólo la indeferencia de los obispos o en el mejor de los casos, aportaciones económicas ridículas; pese a ello, en sus informes a la Liga se mostraba optimista, pero al carecer de resultados positivos, fue relevado de su misión el 3 de julio de 1927.
Aunque los cristeros lograban algunas victorias, las plazas tomadas casi nunca eran retenidas, pues pronto llegaban los refuerzos de las tropas federales bien abastecidas aunque las poblaciones brindaban ayuda a los primeros y rechazaban a los segundos. Debido a su escasa o nula preparación militar, la táctica de ataque era básicamente la guerra de guerrillas, además, no existía aún un mando unificado que coordinara las operaciones.
En contraste, el Secretario de Guerra y Marina, General Joaquín Amaro, se esforzó por dotar al Ejército federal de la disciplina y tecnología de que carecían, aunque en ocasiones se echó mano de los agraristas según las necesidades de la contienda. Estos, en un principio estaban encargados de la vigilancia de las parcelas otorgadas por el gobierno, pero más adelante fueron llevados a la guerra, quedando así como blanco seguro de los cristeros y carne de cañón del Ejército.

martes, 15 de junio de 2010

SAN MIGUEL EL ALTO, JALISCO. AGOSTO 1926


La noche del 31 de Julio de 1926, el Presidente Municipal José Ma. López mandó fijar en las puertas de los templos el decreto de persecución; pero al siguiente día la Srita. Francisca Becerra Román lo quitó y rompió. Desde esa fecha, el Sr. Cura Don Fermín Padilla entregó los templos a Juntas vecinales como sucedió en toda la República obedeciendo órdenes de los Prelados que así lo decretaron, por no poderse sujetar a la ley persecutoria.

Desde entonces, se suspendió el culto en los templos, celebrando los sacerdotes el Santo Sacrificio de la Misa y administrando los Sacramento a los fieles secretamente en casas de confianza.

Los señores encargados de los templos fueron J. Ladislao Lozano, Rafael Moreno y Silviano Casillas, que mucho ayudaron al Sr. Cura. Lo mismo José Pérez González, Nemesio Franco, Pedro Casillas Lozano. Y las señoras que ocultaban en su casa el Sagrado Depósito: Juliana Lozano Vda. de
Casillas, María Lozano Vda. de Márquez, Agustina Anaya Vda. de Rábago y Petra Torres Vda. de Padilla.

En el ministerio ayudaban al Sr. Cura Padilla los Sres. Presbíteros Dr. D. Manuel Velázquez Morán y D. Juan Conchas.

Los fieles asistían a los templos a practicar actos de piedad y los domingos por la mañana rezaban el Rosario de Quince Misterios, en sustitución de la Misa, para cumplir con el precepto, según lo ordenaron los Prelados; y guardaron luto privándose de toda clase de diversiones.



 

"El día que yo me muera".

Siendo gobernador, Saturnino Cedillo nombró a Francisco Carrera Torres jefe de Operaciones militares en el estado; el gobierno de Calles aceptó esa disposición que reforzaba la expresión de un poder regional y que en esos meses era estratégico para el gobierno central.
A principios de 1928 fueron ejecutados seis hombres en Armadillo, acusados de rebelión, el P. Mèndez, párroco del lugar fue fusilado en el Cementerio del Saucito porque le había opuesto al uso de la violencia en la lucha religiosa.

En julio de 1928 fue asesinado el general Álvaro Obregón. En noviembre del año anterior habían sido fusilados el padre Miguel Agustín Pro y otros católicos acusados de haber atentado contra Obregón. La guerra cristera se intensificó durante 1928 y 1929.

La última acción significativa en San Luis Potosí la emprendió Fiacro Sánchez, quien con un grupo de cristeros provenientes de Guanajuato ocupó la población de Rayón, mientras otros descarrilaban dos trenes militares en Cárdenas. Estas fuerzas cristeras fueron reprimidas y sus dirigentes fusilados. En el lapso de unos cuantos meses, las fuerzas de Cedillo terminaron con las vidas de los principales jefes de la rebelión en San Luis: Fiacro Sánchez, Jacinto Loyola y Prudencio Zapata.

 

Fiacro Sánchez, originario de Armadillo de los Infante, predijo su muerte, cuando su hijo Jorge le preguntaba cuándo haría su primera comunión, el, invariablemente contestaba, para extrañeza de su esposa Micaela. "El día que yo me muera".

La última vez que, entre actividades guerrilleras, se dió un momento para visitar a Micaela Gámez Saldierna, con quien tenía 5 hijos, ella le preguntó: "Y ahora si, Fiacro, ¿cuándo nos vemos?", y el contestó sencillamente "En el cielo nos veremos, el 15 de Agosto me van a fusilar...", como efectivamente sucedió. Ese día es el de la Virgen de la Asunción, vale la pena saber el nombre completo del Cristero: Fiacro Moisés de la Asunción Sánchez Serafín.

El cortejo que seguía a sus restos, desafió las prohibiciones de la Ley Calles, y lleno las calles que llegaban hasta el cementerio, con oleadas de católicos que lloraban la muerte del líder, y se turnaban para conducir a hombros su ataúd. Tanto tardó el cortejo en llegar al Cementerio, que los enterradores ya no permanecieron junto a la fosa para bajar el cuerpo, pues recibieron órdenes de no apoyar ese sepelio si no se ajustaba a un horario específico.

Como no había manera de bajarlo a su sepultura, las mujeres del pueblo ataron sus rebozos, y fueron ellas las que cumplieron la penosa tarea.

Fue sepultado en el Cementerio del Saucito, en 5a clase y como su viuda no pudo pagar la perpetuidad, al término de su temporalidad sus restos fueron arrojados al osario, pero junto al lugar que ocupo originalmente su sepultura, permanece el también cristero, José Belén, quien fuera fusilado y sepultado el mismo día.

Otros mártires cristeros fueron sepultados en el Saucito y aún descansan en él, otros fueron incluso ejecutados en el lugar.



 

Carta de Francisco Campos, poblador de Santiago Bayacora, Durango


"El 31 de Julio de 1926, unos hombres hicieron porque Dios nuestro Señor se ausentara de sus templos, de sus altares, de los hogares de los católicos, pero otros hombres hicieron porque volviera otra vez; esos hombres no vieron que el gobierno tenía muchísimos soldados, muchísimo armamento, muchísimo dinero pa´hacerles la guerra; eso no vieron ellos, lo que vieron fue defender a su Dios, a su Religión a su Madre que es la Santa Iglesia; eso es lo que vieron ellos. A esos hombres no les importó dejar sus casas, sus padres, sus hijos, sus esposas y lo que tenían; se fueron a los campos de batalla a buscar a Dios nuestro Señor. Los arroyos, las montañas, los montes, las colinas, son testigos de que aquellos hombres le hablaron a Dios nuestro Señor con el santo nombre de VIVA CRISTO REY, VIVA LA SANTÍSIMA VIRGEN DE GUADALUPE, VIVA MÉXICO. Los mismos lugares son testigos de que aquellos hombres regaron el suelo con su sangre, y no contentos con eso, dieron sus mismas vidas porque Dios nuestro Señor volviera otra vez. Y viendo Dios nuestro Señor que aquellos hombres de veras lo buscaban, se dignó venir otra vez a sus templos, a sus altares, a los hogares de los católicos, como lo estamos viendo ahorita, y encargó a los jóvenes de ahora que si en lo futuro se llega a ofrecer otra vez, que no olviden el ejemplo que nos dejaron nuestros antepasados".


domingo, 13 de junio de 2010

La Cristiada Jean Meyer





La Religión de los Cristeros



«La religión de los cristeros era, salvo excepción, la religión católica romana tradicional, fuertemente enraizada en la Edad Media hispánica. El catecismo del P. Ripalda, sabido de memoria, y la práctica del Rosario, notable pedagogía que enseña a meditar diariamente sobre todos los misterios de la religión, de la cual suministra así un conocimiento global, dotaron a ese pueblo de un conocimiento teológico fundamental asombrosamente vivo. A Cristo conocido en su vida humana y en sus dolores, con los cuales puede el fiel identificarse con frecuencia, amado en el grupo humano que lo rodea: la Virgen, el patriarca San José, patrono de la Buena Muerte, y todos los santos que ocupan un lugar muy grande, completamente ortodoxo, en la vida común, se le adora en el misterio de la Trinidad. Esta religión próxima al fiel la califican de superstición los misioneros norteamericanos (protestantes y católicos) y los católicos europeos no la juzgan de manera distinta». Sin embargo, «el cristianismo mexicano, lejos de estar deformado o ser superficial, está sólida y exactamente fundamentado en Cristo, es mariológico a causa de Cristo, y sacramental por consiguiente, orientado hacia la salvación, la vida eterna y el Reino. Durante la guerra, los santos se retraen notablemente hasta su propio lugar, mientras se manifiesta el deseo ardiente del cielo».



Apocalipsis Cristero




En los Cristeros prevalecía con mucho la visión teológica de la guerra. Conocían bien, en primer lugar, el deber moral de obedecer a las autoridades civiles, pues «toda autoridad procede de Dios», pero también sabían que «hay que obedecer a Dios antes que a los hombres», cuando éstos hacen la guerra a Dios. Veían claramente en la persecución del gobierno una acción poderosa del Maligno. 

Ezequiel Mendoza, por ejemplo, consideraba a los gobernantes de su patria «endiablados callistas, masones y protestantes malos, que sólo buscan las comodidades del cuerpo y la satisfacción de sus caprichos en este mundo engañador y no creen que los espera un infierno de tormentos eternos, pobres murciélagos que se creen aves y son ratones» (III,283). Y decía, «¡ay de los tiranos que persiguen a Cristo Rey, bestias rumiantes de las que nos habla el Apocalipsis! Todos debemos tener muy presentes las bienaventuranzas de que nos habla Nuestro Señor Jesucristo: pobreza de espíritu, lágrimas de contrición, justa mansedumbre, hambre y sed de justicia, misericordiosos, los de limpio corazón, los pacificadores, los buenos cuando son perseguidos por los malos, como nos aprietan los Calles ahora, dizque porque somos muy malos, que andamos tercos queriendo defender la honra y gloria de Aquel que murió desnudo en la cruz más alta y en medio de dos ladrones, por ser Él el más malo de todos los humanos, que no quiso someterse al supremo de la tierra. Es lo que dicen ellos, porque les falta un domingo y los redobles de tambor, pero nosotros se los daremos con ayuda de quien resucitó de los muertos el tercer día y que, porque nos ama, nos dejó por Madre su propia Madre» (III,287). 

Este tono profundamente bíblico era el de la Cristiada. Es la visión del Apocalipsis: Satán, el dragón infernal, la antigua serpiente, da su fuerza a la Bestia, poder maligno intramundano, que hace la guerra a los santos y a cuantos guardan el testimonio de Jesús. En este sentido, los cristeros estaban indeciblemente más cerca del Apocalipsis del apóstol San Juan que de la teología de la liberación moderna. 


El Odio A La Fe



sábado, 12 de junio de 2010

Los Valientes de Cristo Rey




En cierta ocasión en que los cristeros habían sufrido varias bajas y estaban tristes, el general Degollado les hizo rezar el rosario, tras de lo cual los arengó:
 
"Porque Cristo Rey se llevó a los nuestros ya ustedes se acobardaron, ¿ya se les olvidó que al enlistarse en las filas de Su ejército le ofrecieron sus servicios y sus vidas?... Dios, sin necesidad de usar de combates, dispone de nuestras vidas cuando a Él le place... Dejen sus armas al pie del altar, que yo nunca seré jefe de cobardes".
 Las tropas lloraban y gritaban: 


 "¡No, mi general! Seguiremos siendo los valientes de Cristo Rey, y si no, pónganos a prueba"»


José Sánchez del Río Mártir Cristero


Nació el 28 de marzo de 1913 en Sahuayo, Michoacán. Al decretarse la suspensión del culto público, José tenía 13 años y 5 meses. Su hermano Miguel decidió tomar las armas para defender la causa de Cristo y de su Iglesia. José, viendo el valor de su hermano, pidió permiso a sus padres para alistarse como soldado; su madre trató de disuadirlo pero él le dijo:  "Mamá, nunca había sido tan fácil ganarse el cielo como ahora, y no quiero perder la ocasión". Su madre le dio permiso, pero le pidió que escribiera al jefe de los Cristeros de Michoacán para ver si lo admitía. José escribió al jefe cristero y la respuesta fue negativa. No se desanimó y volvió a insistir pidiéndole que lo admitiera, si no como soldado activo, sí como un asistente. En el campamento se ganó el cariño de sus compañeros que lo apodaron "Tarsicio". Su alegría endulzaba los momentos tristes de los cristeros y todos admiraban su gallardía y su valor. Por la noche dirigía el santo rosario y animaba a la tropa a defender su fe. 
El 5 de febrero de 1928, tuvo lugar un combate, cerca de Cotija. El caballo del general cayó muerto de un balazo, José bajó de su montura con agilidad y le dijo:  "Mi general, aquí está mi caballo, sálvese usted, aunque a mí me maten. Yo no hago falta y usted sí" y le entregó su caballo. En combate fue hecho prisionero y llevado ante el general callista quien le reprendió por combatir contra el Gobierno y, al ver su decisión y arrojo, le dijo:  "Eres un valiente, muchacho. Vente con nosotros y te irá mejor que con esos cristeros". "¡Jamás, jamás! ¡Primero muerto! ¡Yo no quiero unirme con los enemigos de Cristo Rey! ¡Yo soy su enemigo! ¡Fusíleme!".

El general lo mandó encerrar en la cárcel de Cotija, en un calabozo oscuro y maloliente. José pidió tinta y papel y escribió una carta a su madre en la que le decía: 


"Cotija, 6 de febrero de 1928.
Mi querida mamá:  Fui hecho prisionero en combate en este día. Creo que voy a morir, pero no importa, mamá. Resígnate a la voluntad de Dios. No te preocupes por mi muerte... haz la voluntad de Dios, ten valor y mándame la bendición juntamente con la de mi padre...". 

 
El 10 de febrero de 1928, como a las 6 de la tarde, lo sacaron del templo y lo llevaron al cuartel del Refugio. A las 11 de la noche llegó la hora suprema. Le desollaron los pies con un cuchillo, lo sacaron del mesón y lo hicieron caminar a golpes hasta el cementerio. Los soldados querían hacerlo apostatar a fuerza de crueldad, pero no lo lograron. Dios le dio fortaleza para caminar, gritando vivas a Cristo Rey y a Santa María de Guadalupe. Ya en el panteón, preguntó cuál era su sepultura, y con un rasgo admirable de heroísmo, se puso de pie al borde de la propia fosa, para evitar a los verdugos el trabajo de transportar su cuerpo. Acto seguido, los esbirros se abalanzaron sobre él y comenzaron a apuñalarlo. A cada puñalada gritaba de nuevo:  "¡Viva Cristo Rey! ¡Viva la Virgen de Guadalupe!". En medio del tormento, el capitán jefe de la escolta le preguntó, no por compasión, sino por crueldad, qué les mandaba decir a sus padres, a lo que respondió José:  "Que nos veremos en el cielo. ¡Viva Cristo Rey! ¡Viva la Virgen de Guadalupe!". Mientras salían de su boca estas exclamaciones, el capitán le disparó a la cabeza, y el muchacho cayó dentro de la tumba, bañado en sangre, y su alma volaba al cielo. Era el 10 de febrero de 1928. Sin ataúd y sin mortaja recibió directamente las paladas de tierra y su cuerpo quedó sepultado, hasta que años después, sus restos fueron inhumados en las catacumbas del templo expiatorio del Sagrado Corazón de Jesús. Actualmente reposan en el templo parroquial de Santiago Apóstol, en Sahuayo, Michoacán. 


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