lunes, 5 de julio de 2010

Sacerdote Enrique Tomás Lozano

Aunque el Diccionario de uso del español (María Moliner) nos aclara que caudillo es el jefe que dirige y manda gente particularmente en la guerra, en sentido figurado podemos afirmar que el sacerdote Enrique Tomás Lozano, párroco del templo del Santo Niño de Atocha de Nuevo Laredo (1932-1957), clérigo de ideas avanzadas que se anticipó al aggiornamento del Concilio Vaticano Segundo, ejerció un caudillaje religioso en la ciudad, desde 1928 y desde Laredo, Texas, donde vivía un destierro voluntario, formaba parte muy activa de la Liga Católica Mexicana (a favor del movimiento cristero) que él mismo define sus metas: "Propagar la verdadera situación de México para contrarrestar la propaganda calumniosa del medio oficial"... Expliquémoslo y evoquémoslo, precisamente hoy, 20 de junio, en que se conmemoran 53 años de su muerte; porque aún viven muchos neolaredenses que lloran la orfandad del padre, del maestro, del sacerdote abierto a todas las ideas, del caudillo religioso que entendió el símbolo del guadalupanismo como lazo de unidad entre los mexicanos; del extranjero que conservó su nacionalidad española, pero que obraba y sentía como un mexicano más entre mexicanos.


a) En una carta fechada en Laredo, Texas, el 6 de febrero de 1928 que dirige a su compatriota, el sacerdote jesuita Adolfo Pulido, a Barcelona, le hace un prolijo recuento de su labor en la que le advierte que aunque "en los Estados Unidos no puede funcionar la Liga (de la Defensa religiosa de México), le alteramos un poco el nombre -Liga Católica Mexicana- y aquí tiene a la nuestra trabajando muy bonito".

b) En la misma correspondencia relata cómo estuvo antes "por espacio de siete años en Monterrey, como profesor del Seminario, prosecretario del Arzobispado, etcétera, y dedicado con especialidad a todos los trabajos de acción social (...) Quiero a los mexicanos con toda mi alma porque me quisieron, y no como extranjero, ni como español, sino como un mexicano y fueron mis brazos para todas mis obras y fui mimado y consentido por todas las clases sociales, desde los Caballeros de Colón, de los que fui capellán, hasta los presos de la Penitenciaría en donde decía misa cada domingo y asistía todos los días a una escuela que tenía para ellos, tenía su caja de ahorros, etcétera".

c) Enrique Tomás Lozano continúa su relato: "Llegaron los días aciagos de 1926 y después de haber ayudado a la magna labor que precedió al cierre de los templos, fue consejo del Excelentísimo señor Arzobispo que me trasladé a este lugar, desde el cual podría ayudarle más, según él, y sin exponerme a ser expulsado por ser mi condición de extranjero".

d) "Ya en el destierro, pensé qué podía hacer por México afligido por tantas calamidades; bien pronto el Espíritu Santo me inspiró un plan de acción que fue este: Establecer una Agrupación que ayudara a la Liga de México, y que pudiera funcionar dentro de este país entre los mexicanos católicos, debiendo además ayudar a los desterrados desde el momento que llegaran a este lugar, hasta que pudieran conseguir trabajo o establecerse de algún modo. Solicitar del venerable Episcopado español becas gratuitas en seminarios españoles para seminaristas mexicanos. Solicitar de colegios católicos en este país becas para estudiantes de universidades que por ser católicos o por haber trabajado en la Liga en México, habían sido expulsados de la Patria".

e) En este año del centenario de la Revolución, nos ha parecido oportuno divulgar a través de esta interesante misiva, la "revolución" encabezada por él y la personalidad de este sacerdote que después estuvo durante un cuarto del siglo XX entre nosotros, como pastor y guía espiritual, hasta su muerte el 20 de junio de 1957... ¿Por qué en esta nota lo identificamos como un caudillo?, porque lo fue: un caudillo religioso del movimiento cristero... Escuchemos lo que en la carta, él mismo confiesa a su compatriota: "La Liga (de la Defensa religiosa) ha confirmado su trabajo y constante defensa, contra viento y marea y a pesar de todas las tempestades del infierno conspiradas en su contra. Hoy, son más de 26 mil los libertadores que se están defendiendo (en México) como los buenos cruzados (...) Digan lo que digan los tiranuelos perseguidores, es una constante y milagrosa conservación de los héroes de Cristo Rey".

f) "Si le contara más detalles, no acabaría este largo y quizá insulso y mal urdido escrito; bástele un último para formarse idea: digo último porque aquí está (conmigo) quien fue testigo: En los días de Navidad, una persona caritativa, mandó 800 pesos a un grupo de libertadores, dice que para dulces. Al recibirlos los valientes contestaron que iban hasta descalzos, pero no querían dulces ni guaraches, sino parque, que comprarán parque con aquello. El donante les dijo que gastaran aquello y que ya iba a buscar para guaraches; nuevamente le contestaron que con aquello les compraran parque y cuando consiguieran para guaraches, compraran también parque aunque fueran ya siempre descalzos. ¿Perderán estos hombres?... Imposible".

g) Una vez arreglado el conflicto religioso entre el presidente Portes Gil y los obispos, que deja a los "libertadores" cristeros al garete..., Enrique Tomás Lozano cruza el río y toma al fin posesión de su parroquia en Nuevo Laredo... ¿Qué nos quedó como herencia espiritual de este sacerdote, después de 53 años de su partida? Lo más sorprendente es que este cristiano varón formado para la acción social, es que llega a una pequeña ciudad de menos de 25 mil habitantes y se encuentra con un indiferentismo religioso, paradójicamente asociado a ideas pacatas, mojigatas, por excesivos escrúpulos de una sociedad conservadora, en muchos aspectos hasta reaccionaria en política. El padre Lozano les da a aquella sociedad conservadora una lección de liberalidad, de apertura: predica con el ejemplo y se acerca a todas las clases, y grupos sociales, no importándole origen, ni condición, ni sus ideas y creencias... Convive igual con liberales y conservadores, con católicos y protestantes, con masones y con Caballeros de Colón, con prostitutas y con señoras de la Asociación de la Vela Perpetua... Sus armas como caudillo fueron los principios de la Acción Católica: que cada quien en su medio llevara el mensaje de Cristo, amar al prójimo; principios de un cura de almas social, en los que él se había formado como sacerdote.

Nos complace repetir ahora en esta evocación, lo que José María de Sagarra, el dramaturgo español dijo a través de uno de los protagonistas de su pieza teatral: La herida luminosa (1955): "El Evangelio no es más que una gran comprensión"... Ese fue el mensaje y el legado que Enrique Tomás Lozano dejó a Nuevo Laredo: una gran comprensión.





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